Cine de Chile
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Ficha técnica[]

El_Chacotero_Sentimental

El Chacotero Sentimental

Dirección: Cristián Galaz

Guión:Mateo Iribarren

Chile, 1999.

Director de fotografía: Antonio Farías.

Música: Carlos Cabezas.

Elenco: Roberto Artiagoitía, Daniel Muñoz, Lorena Prieto, Sergio Schmied, Fernando Farías, Martín Salinas, Myriam Palacios, Fernando Gallardo, Pedro Vicuña, Clara María Escobar, Ximena Rivas, Mateo Iribarren, Claudia Celedón, Patricia Rivadeneira, Camila Rojas.

Premios: Festival de Cine de Bogotá (2000), Chicago Latino Film Festival (2000), Toulouse Latin America Film Festival (2000), Festival de Cine Viña del Mar (2000), MTV Movie Awards, Latin America (2001),

También llamada: The Sentimental Teaser

El chacotero sentimental

Comentarios[]

De las tres historias de la cinta, la primera es probablemente la más concreta y certera. Su pretensión es ser una anécdota y su guía es el humor simple. No es una gran historia, pero consigue ir al hueso de lo que se propone: sacar carcajadas. El segundo segmento presenta un gran virtuosismo visual, aunque la estridente sobreactuación de Claudia Celedón le juega una mala pasada a la trama. Es una historia interesante que lamentablemente se encuentra en un corpus general -las otras dos narraciones- que no respira el mismo aire de tragedia. El tercer relato es el más ambicioso y perfectamente podría haber servido para ser por sí sólo un largometraje. Pablo Macaya y Tamara Acosta se recortan con ternura en un paisaje lírico de amor en medio de la pobreza. Es de esperar que Galaz continúe filmando en la senda de esta historia, que constituye lo mejor de su filme.

El Chacotero Sentimental es al mismo tiempo la más original y perjudicial película chilena de todos los tiempos. Original, porque rescata el sustrato de humor triste presente en las almas de cada uno de los habitantes de este país melancólico, escurridizo e hipócrita. Perjudicial, porque quizás sin quererlo cimienta las bases de un tipo de cine anecdótico y ligero, que a estas alturas es una marca registrada perniciosa y aburrida.

Se podría decir que el primer y único largometraje de Cristián Galaz a la fecha ha creado su propio molde, posibilitando una impensada veta comercial que tuvo en Taxi para tres (Orlando Lubbert, 2001) y Negocio redondo (Ricardo Carrasco, 2002) a sus dos mejores ejemplos. Bastante más honesta la segunda como propuesta, en cualquier caso.

Por única vez desde los tiempos de Valparaíso, mi amor (1969), de Aldo Francia, los personajes de una película chilena vuelven a hablar en idioma chileno, abandonando ese pesado lastre teatral que opacó y desnutrió a tanta película filmada en los '80 y '90. Por única vez, la identificación del espectador medio va más allá de la telenovela de la tarde y es capaz de producirse en el espacio sagrado de una sala de cine. Por primera vez también, un cineasta gana dinero con un filme nacional, recuperando con creces lo invertido. En ese sentido, he ahí el talón de Aquiles de El Chacotero Sentimental . A saber: su ingreso en el profano mundo de los negocios, de la marca registrada, del producto en serie. En definitiva, del artefacto y no del arte.

De ahí que cierto tipo de cine chileno -el mayoritario- estandarizara sus planes de acción en este orden no había más que un paso, no más que un apetito comercial. De esta forma, gran parte de lo que vendrá después de 1999 será la prolongación y la camada de descendientes de lo fabricado por el director Galaz y el guionista Mateo Iribarren. Desde Angel Negro (Jorge Olguín, 2000) -en su estrategia publicitaria-, a El fotógrafo (Sebastián Alarcón, 2002) -en su afán de combinar el "mensaje’’ con la anécdota-, desde Mi famosa desconocida (Edgardo Viereck, 2000) -en su rescate de las pequeñas gentes-, a La fiebre del loco (Andrés Wood, 2001), en su "picardía’’. Y quizás sólo propuestas como Coronación (Silvio Caiozzi, 2000) -por ser obra de un cineasta ubicado en otra galaxia creativa-, Campo Minado (Alex Bowen, 1998) -en su malograda singularidad como "filme de aventuras’’-, o El vecino (Juan Carlos Bustamante, 2000) -en su melancólica y asordinada individualidad-, escapen a la sombra del filme en cuestión.

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